Por lugares de Lenocinio, Malvivir, Holganza y Sufrimiento

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Recorrido por lugares de lenocinio, malvivir, holganza y sufrimiento

Ruta en bici por Valladolid para conmemorar el Día Internacional de la Mujer

(Domingo 6 de marzo de 2016)

Agradecemos de partida a la Asamblea Ciclista de Valladolid la invitación para construir este relato sobre vida y espacios urbanos de prostitución en algunos momentos de la historia de la ciudad. Hacer memoria nos humaniza, y de una forma especial en el Día Internacional de la Mujer recorrer lo que fueron espacios de lenocinio, malvivir, holganza y sufrimiento de un colectivo de mujeres que a lo largo de los tiempos ejercieron el oficio de meretrices. El título del recorrido se lo debemos a Javier Reoyo al que agradecemos también este préstamo intencionado.
El poeta renacentista Cristóbal de Castillejo en su Diálogo que habla de las condiciones de las mujeres (1546), recogía estos versos sobre “mujeres enamoradas” en la conversación entre Aletio y Fileno; era este último quien las describía de esta manera.

“Son mujeres que para darse á placeres
tienen gracias singulares,
y para darnos pesares
bastantísimos poderes;
son llamadas mujeres enamoradas,
hembras del mundo profanas,
damas también cortesanas,
y otras menos estimadas
Cantoneras…”

Texto introductorio de Begoña de Vicente, bibliotecaria, licenciada en Historia Medieval

INTRODUCCIÓN
Las protagonistas de esta ruta han sido nombradas a lo largo de la historia de múltiples maneras, tantas que nos podemos hacer una idea de la variedad de tipos, establecimientos y situaciones de la que forman parte. En la antigua Roma se las denominaba: togate, scortum, prostibulae, meretriz, delicatae, pulidae. Prestaban sus servicios en: lupariae, fornices, prostibulum, senatus molierum, libidinum consistorium y en las meiroiae tabernae. Y si buscamos en la época medieval y moderna castellana encontramos:  amesadas, amigas, amantes, mujeres enamoradas, barraganas, mancebas, concubinas, cortesanas, meretrices, rameras, putas o prostitutas. enamoradas, doncellas de honor perdido, damas del tusón, rameras, cantoneras, cotorreras, golfas, rabizas, busconas, damas de achaque, damas de alquiler, urgamanderas, coimas, germanas, gayas, marquisas, pencurias, tapadas, niñas de agarre, niñas comunes, mujeres al trote, mozas de casa llana, etc, etc.
Unas cuantas claves nos ayudarán a situar el tema a lo largo de la historia:
– En la tradición europea las mujeres serían definidas buenas o malas, decentes o indecentes, respetables o perdidas, por sus relaciones sexuales con los hombres. Una esposa tenía relaciones sexuales con un hombre, era definida como casta; una prostituta con varios, se la definía como lasciva.
– Se llega a la prostitución por pobreza. En el repudio romano de la esposa, las leyes señalaban que, en presencia de la familia, la esposa se quitaba “la stola”, el vestido común de las mujeres honradas, y la vestía con la “toga” [corto, similar al masculino] de las prostitutas antes de arrojarla a la calle. El marido se quedaba con la dote. La prostitución era la salida que quedaba, y según autores, la consecuencia fue la aparición de una verdadera comunidad de mujeres dedicadas a este oficio, lupariae, junto a las esclavas, viudas, huérfanas pobres y otras marginadas de la sociedad romana. En la época medieval y moderna, se llegaba a la ramería por viudedad, por abandono del esposo, por el embarazo sufrido en el servicio doméstico. La venta sexual de su cuerpo le proporciona a la mujer unas ganancias que eran equiparables a las que percibía el hombre en sus ocupaciones, era la única actividad en la que ocurría. Las mujeres de las ciudades, desempeñaron una extensa variedad de actividades económicas para percibir ingresos y contribuir a la supervivencia familiar, lo que hoy denominamos “doble carga”. Estos ingresos adicionales (además de cuidar de la casa y  de los cuidados) que les permiten sobrevivir los encuentran en: trabajos artesanales que varían con la estación, la venta por casas y calles de los mismos, trabajo en el campo, hacer comidas, prestar alojamiento y prostitución esporádica.
– Las mujeres mancebas fueron excluidas de la protección concedida a madres y esposas, en una sociedad tan estamentalizada eso era condenar a la marginación y al desamparo. Esta marginación se extendía a las leyes.
– Para resolver el conflicto entre la condena a las mujeres por esta práctica sexual, más libre, y la permisión a los hombres de mantener relaciones con otras mujeres, se institucionalizó la prostitución: se admitió a cambio de un precio y se consideró un servicio público.
– La ciudad griega y la romana crearon la tradición de sacar dinero del lenocinio. Las mujeres, cuando venden su cuerpo, tienen que compartir las ganancias con otros: los magistrados romanos establecen burdeles y lupanares que graban con impuestos como el “oro lustral”, el oro purificado. Otro tanto ocurre en la Edad Moderna cuando la merced de la putería o la renta de mancebía resultaron ser una fuente de financiación muy codiciada, y los monarcas decidieron cederla a modo de privilegio a los concejos o a determinados señores que veían así su fidelidad y sus arcas recompensadas. Las mancebías públicas fueron los únicos lugares autorizados y promovidos por la monarquía castellana durante la Edad Moderna para ejercer la prostitución tolerada, y se reguló: un fiel, o una madre y un padre gestionaban la mancebía y cobraban las tasas, vivían dentro de la mancebía, otorgaban las licencias a las mujeres que hubieran pasado el reconocimiento médico preceptivo, proporcionaban a la mujer una habitación o “botica” con todos los enseres, comida y cosas necesarias; se fijaban días permitidos y la vestimenta. Llevaban registro de mujeres y libros de cuentas.
– El juicio moral no se consideraba en esta práctica sexual ni en la época romana, ni durante la época medieval salvando el período visigodo desde la conversión de sus reyes al cristianismo. En el siglo XV la prostitución fue justificada por la teología y tolerada. La culpa y el pecado fueron una aportación de la Contrarreforma, de la espiritualidad barroca extendiéndose hasta el siglo XIX.
Mujeres ingeniosas y de gran talento, partiendo de las mismas bases que las de ramería (juventud, belleza, libertad) pero sin sufrir su desprecio y vulnerabilidad, se dedicaron a la función superior de la cortesana. De la antigüedad tenemos noticia de Aspasia, la amante de Pericles, admirada por Platón y Teodora, por la que Justiniano rectificó las viejas leyes que prohibían a un hombre casarse con prostitutas para casarse con ella. Teodora confirió a las mujeres más derechos de propiedad, hizo de la trata de blancas una ofensa criminal y desterró de la ciudad a los propietarios de burdeles. Los contemporáneos la veían como «mostruo sexual» y «demonio», el emperador como «mi más dulce gozo» y «compañera de deliberaciones». Del siglo XV al XVIII brillaron las cortesanas, mujeres formadas para seducir y mantener el favor de hombres poderoso, las puso de moda el mundo lujoso y disoluto de la corte papal.

Comentarios por Jesús Ojeda Guerrero, investigador en Ciencias Sociales

 

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